martes, 23 de junio de 2015

El Pezón vs.La Teta

Kamasutra
Como antropólogo tuve la curiosidad de incursionar superficialmente sobre el sexo, el mito y la simbología entre los distintos pueblos de la tierra, tal es así que hace un tiempo me propuse comenzar una serie de reflexiones al respecto.
Resulta fascinante  el comportamiento sexual de los pueblos, tanto en las sociedades no occidentales como en la nuestra, por ello, con una dosis de atrevimiento, quiero empezar por  “El pezón vs. La Teta”, aclarando que la disquisición que sigue tiene un sesgo masculino, no por ello pretendo la indulgencia de quienes se tomen la molestia de leer lo que sigue:
Para la mayoría de los hombres los senos femeninos ejercen una irresistible atracción, casi me atrevería a decir atávica y como indicador sexual, coincidiendo tanto biólogos como antropólogos en que su forma redondeada va más allá de la función de lactancia.

Si hasta acá estamos de acuerdo amigo leedor, permítanme alejarme algo de lo biológico para entrar en lo simbólico de la sociedad occidental globalizada.

La afirmación, del pezón como contraposición de la teta, es fruto de una afirmación arbitraria aunque también producto de eso que los antropólogos de manera rimbombante denominamos como la “observación participante”, que nos es más que ser fisgones en nuestro alrededor; tomo como punto de partida los patrones occidentales de belleza en el cual las tetas pueden ser mostradas, incluso insinuadas a condición de secuestrar el pezón. La industria de la publicidad que actúa como motor económico del consumo, sentencia que el pezón es obsceno y moralmente reprochable, por lo tanto ocultable; a excepción que sea rentable económicamente y, si es inducido hacia el consumo y el universo masculino, previo paso a sexualizar y cosificar la desnudez del cuerpo de la mujer.

En esta exaltación sexista y planetaria  prevalecen los escotes generosos, el tamaño y forma en función al modelo de belleza actual, que como todos sabemos varían según la época, en donde el pezón es relegado  al ámbito de lo privado o a la exposición del topless veraniego y finalmente a la industria pornográfica.

Otro hecho que llama la atención al respecto, es  el  estereotipo sugerido y adquirido por la mujer occidental que se articula con la obtención de una belleza ideal, en donde los senos tienen que ajustarse a la "demanda masculina·, moldeada por la publicidad de las actrices famosas en cualquier entrega de premios. Cuando no sucede de esta manera, surge el terrible drama de Catalina Santana, personaje creado por el escritor colombiano Gustavo Bolívar en “Sin tetas no hay paraíso”, en que narra como esta joven de 14 años, no es aceptada dentro de su entorno cercano al narcotráfico por el tamaño pequeño de sus tetas.

Más allá de la multinacional del bisturí que sería merecedora de un análisis separado por la potente carga simbólica y la cantidad de millones de dólares y euros que mueve, deseo volver al concepto de disociar el pecho femenino entre su redondez más o menos voluptuosa, de su  pezón como imagen erótica, el cual es menester no  exhibirlo casi nunca públicamente, es decir debe aparecer siempre ocultado, incluso hasta cuando cumple la función de lactar.

Puede que esta tendencia restrictiva, especie de tabú  visual, haya que rastrearla en  la moralidad occidental y cristiana.

Históricamente dicha disociación jamás ha sucedido, empezando por las diosas paleolíticas y neolíticas donde  prevalecen  los frondosos  pechos y  la región pélvica. Tampoco el Egipto de la diosa madre Isis amamantando a Horus que precede en el tiempo a María lactans de los cristianos. Se podrá objetar que estos son caso aislados referidos  a la crianza, efectivamente. Sin embargo la diosa Hera de los griegos y romanos (Juno) se nos representan junto a las venus y afroditas  como arquetipos de belleza canónicas de la época sin ocultar el pezón.

Pasa lo mismo con las equivalentes anteriores de la Diosa Etrusca Turan, pero quizás la que mejor ejemplifica es la fenicia Astarté con múltiples pechos, junto a  la Artemisa de Éfeso, solo superada por la prolifera  diosa lunar mexicana Mayahuel de 400 tetas.

No son excepciones,  el pecho femenino emergió integro en otras culturas alejadas entre si, desde imágenes de los templos de la India, pasando por el África Negra, hasta los pueblos originarios de la Amazonia.

Sin embargo es pertinente la afirmación que nos hace Dominique Gros, doctor especialista en mamas de Estrasburgo: “los senos no están en realidad en el tórax de la mujer, sino en el cerebro del hombre, y si así sucede, no me cabe duda, que la propietaria ya no es la mujer, este se convirtió en una especie de fetiche sexual, una “cosa”, como su cuerpo, expuestos a la lógica del consumo  y del mercado.

El debate sigue abierto con la irrupción última como protesta trasgresora del “Free The Nipple”, -Liberen el pezón- en USA o el movimiento de origen ucraniano “Femen”, que se extiende hacia otros países de Europa.

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